La joven escaladora zamorana Sara Manrique hizo el pasado fin de semana cumbre en el siempre imponente Naranjo de Bulnes. Nada fuera de lo normal, sino fuera porque Sara tiene solo nueve años.

Manrique entrena desde los seis años en la Escuela de Escalada de Zamora y el pasado fin de semana acudió a Asturias a escalar en Picu Urriellu. Una de las paredes más complejas y largas de la península.

Previamente, la joven escaladora zamorana acudió a Palencia para escalar el Espigüete por la arista este para aprender a regular las fuerzas y llegar en la mejor forma posible a la pared asturiana.

La escaladora acudió al Naranjo acompañada por su padre y su tío.

Ha sido la propia Sara Manrique la que a través de un escrito ha relatado sus vivencias en la mítica pared del Picu Urrielu.

“Tengo 9 años y desde los seis voy a la Escuela de Escalada Zamora. Hace dos semanas subí al pico Espigüete por la arista Este, para ir aprendiendo a regular las fuerzas y poder llegar mejor hasta el Naranjo.

El primer día tuve que andar mucho, cuesta arriba hasta la Vega de Urriellu. Había paisajes muy bonitos, con prados, vacas, y pronto veíamos el Naranjo, igual que la foto de mi casa pero mucho más grande. Cada poco me iban dando agua porque hacía mucho calor hasta que llegamos donde íbamos a dormir con el saco al aire libre, lo que llaman vivac.

Madrugamos muchísimo y casi no tenía hambre. Después de recoger todo, a las 6:00h de la mañana empezamos a andar hasta la pared que íbamos a escalar. Iba muy bien, con el frontal en la cabeza y alumbrando el camino porque todavía se veía poco. Me obligaban a parar para beber agua y hacer pequeños descansos para tener fuerza cuando empezáramos a escalar. A las 8:00h ya nos estábamos atados donde había que empezar a escalar”.

Comienza la Escalada

“Mi tío Raúl iba escalando el primero utilizando los friends hasta llegar a las reuniones que eran como los descuelgues del rocódromo pero sin mosquetón. Desde allí nos aseguraba. Mi padre iba detrás de mí apoyándome porque al principio lo pasé un poco mal. El viento soplaba fuerte, estábamos a la sombra, llevaba las manos heladas y no sentía lo que agarraba. Además la pared era vertical con tubos de órgano como los del Espigüete. Me costó bastante y a veces pensaba que no lo conseguiría. Pero al poco salió el sol y nos calentó. Empecé a sentir las manos y los agarres eran mejores. Ahora ya sí que disfrutaba escalando y con las vistas, y me podía quitar algo de ropa.

Ya quedaba poco y era más fácil, pero mi padre me llevaba asegurada con la cuerda por si me resbalaba. Y había que tener mucho cuidado para no tirar ninguna piedra a los que venían detrás. Cuando se veía la virgen de la cima me puse delante para llegar la primera. Qué alegría, por fin lo habíamos conseguido cuando serían las 11:00h de la mañana.

Estábamos los más altos, se veían todos los picos, las nubes por debajo y hasta el mar. Después de descansar y comer un poco empezamos a bajar primero destrepando atada como en la subida y después rapelando igual que habíamos practicado en Las Enillas pero mucho más alto.

Ahora sólo nos quedaba andar cuesta abajo pero estoy muy cansada. Cuando llegamos a la zona del vivac, me duermo un rato mientras mi tío y mi padre recogen todo. Después de comer un poquito, nos vamos para abajo de vuelta a casa despidiéndonos del Picu, y muy contenta de haber logrado subir.”

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