Se acerca la Semana Santa y los vecinos del Casco Histórico ya ven venir un nuevo botellón de Jueves Santo y se ponen a temblar. Hoy, varios vecinos de la zona han relatado en primera persona sus experiencias con el botellón, mientras Ciudadanos ha pedido al Ayuntamiento que tome cartas en el asunto.

Carmen Nuñez, vive muy cerca de San Martín y ha sufrido en estos años el estallido de un botellón que ya, asegura, “está fuera de control poniendo a los vecinos en una situación insostenible”.

“Hay venta de drogas a menores, hay chavales de 12 y 13 años prácticamente en coma etílico, hay agresiones y hay destrozos en todo el barrio”, señala Carmen Núñez. Y con todo, esas cosas ni siquiera son las más graves. “Hay agresiones sexuales, todos los vecinos hemos visto como jóvenes borrachos se aprovechan de niñas casi inconscientes por el alcohol y las drogas; hay gamberros que se meten en portales y locales y los destrozan todo, orinan, defecan, beben y se drogan delante de todo el mundo; y encima, esa noche no podemos ni encender las luces de casa, tenemos que pasar toda la noche a oscuras, porque en cuanto ven luces encendidas se dedican a tirarnos de todo”.

Antonio González, el conocido restaurador, vive también frente a San Martín y lleva también años sufriendo los excesos de los jóvenes y no tan jóvenes en el botellón de Jueves Santo. “Es vergonzoso, están destrozando la imagen de la Semana Santa, vienen de todas las provincias de alrededor a una fiesta que es un espectáculo penoso de alcohol y drogas”. Entre las experiencias más penosas que ha tenido que vivir, se encuentra el hecho de ver a hombres adultos que “como carroñeros”, acuden a San Martín ya al amanecer para abusar de las chicas que están medio inconscientes por la bebida.

El cocinero reconoce que este año ya no aguanta más y pasará la Semana Santa fuera de Zamora. “Es inaguantable, y lo peor es que las autoridades saben lo que pasa y no hacen nada, y sobre ellos recaerá la responsabilidad el día que pase algo más grave”.

La situación está tan fuera de control, que ni siquiera la presencia policial sirve para frenar los excesos. “Los agentes apenas aparecen y cuando lo hacen la gente se une para abuchearles y amedrentarles y no hacen nada”, señala.

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