El agua y el granizo restallaban con insólita crudeza contra las paredes de la iglesia del Santísimo Cristo del Espíritu Santo. Unos pocos cofrades aguardaban pacientes en el exterior del templo, mientras en el interior los hermanos se arremolinaban tratando de guarecer de la lluvia. El temporal golpeaba con dureza poniendo en peligro la celebración de la procesión.

Afortunadamente, la paciencia tuvo su premio y pasadas las once de la noche, con poco más de media hora de retraso, la procesión se puso en marcha en medio de una noche gélida y húmeda, pero sin lluvia. Los cielos se abrieron para ver desfilar al Santísimo acompañado por un millar de cofrades ataviados a la usanza monacal.

Miles de devotos, aunque muchos menos que otros años, aguardaron pacientes bajo el chaparrón el paso de una procesión que esta noche de Viernes de Dolores lució tan bella como siempre.

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