Lo llaman “terrorismo medioambiental” por no ponerle otro calificativo más grosero. En la calle, el repertorio de insultos y descalificaciones contra los incendiarios es este verano es casi infinito. Pero si son terroristas, como dicen desde las administraciones, que se les trate como tal y que las fuerzas de seguridad del Estado afronten el problema como tal.

Lo ocurrido en julio y agosto en Zamora en relación a los incendios es de una gravedad inusitada. Otros años se prendía igual, pero este verano se han rebasado todas las barreras. Los incendiarios, incluso, han atentado contra los pueblos y han apuntado directamente a las casas de los vecinos con sus fuegos. Por primera vez, estos tipejos, han querido quemar los hogares y las naves ganaderos de la gente con la que conviven, algo nunca visto hasta la fecha.

Fermoselle, Fonfría, Pino y un largo etcétera de pueblos han podido este verano ser pasto de las llamas en incendios provocados con la peor intención posible. Y eso, ante la pasividad de unos vecinos que en muchos casos saben, por lo menos sospechan, de la identidad de estos malnacidos.

Hay que empezar a abordar este asunto con un punto de vista diferente, el de la locura y la estupidez, para evitar daños mayores. Hay que terminar con las justificaciones bienintencionadas de algunos para con estos supuestos rebeldes del medioambiente, hay que poner blanco sobre negro y dejar claro, también en los pueblos, que son unas verdaderas alimañas que actúan sin justificación alguna. Basta ya de excusar sus tropelías con la incompetencia de la Junta, basta ya de poner paños calientes a sus barbaridades con el supuesto descontento de los habitantes del medio rural. Es la hora de poner freno a sus atrocidades con la colaboración vecinal y el trabajo de las fuerzas de seguridad. Todos a una es como se puede evitar esta aberración.

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