La directora de La 8 y Onda Cero, Eva Crespo, pronuncia la ofrenda del Silencio ante el Cristo de las Injurias

La plaza de la Catedral acogió esta tarde de Miércoles Santo la ofrenda del Silencio ante el Cristo de las Injurias. Un juramento que este año pronunció la directora del canal de televisión de La 8 y de la emisora de radio Onda Cero, Eva Crespo.

Un juramento emocionante y sentido que sobrecogió a los cofrades y a los miles de fieles que se agolparon al paso de la procesión para disfrutar de un desfile siempre espectacular.

Reproducimos a continuación íntegramente el contenido de la ofrenda de Silencio realizada por Eva Crespo.

 

“Ya está. Ha enmudecido el chelo; el desgarro de sus cuerdas no es tal cuando asomas por la puerta. La Catedral se amilana, el cimborrio se hace pequeño, la Bomba suena y las escamas que lo cubren quieren salir volando detrás de las cigüeñas.

¡Cristo de las Injurias! nuestra poquedad a todos nos da vergüenza, por eso nos arrodillamos ante ti esta tarde en primavera; cuando el cielo está así de azul, reventón de nubes tiernas; hasta amenazando lluvia o plomizo… ¡qué bonito se recuerda!

Y es que hoy Zamora sale a la calle, lista, limpia, pizpireta… y ve pasar a los hombres con prisas y con hachones, detrás van los muchachos con la túnica del brazo; todos vienen a verte al Castillo. Cada año se repite el rito: pañuelo anudado al cuello, compás de cíngulo y color crema dulce de estameña.

Así fue siempre, pero hoy la tarde está más completa, porque aquí ya estamos todos, porque se han sumado ellas y ya no van diferentes con la cara descubierta.

Que esta tarde de silencio sirva también para el recuerdo: que cuántas madres y abuelas procesionaron antes que éstas. ¿Recuerdas?, caminaban detrás de tu paso, calladas, con una pequeña vela o tulipa improvisada hecha en las cocinas con papel de estraza y con una plegaria de rosario infinita te imploraban, por una última cura   que   aún   podía   llegar,   o   por   un   hijo   muerto   al   que   acababan    de    enterrar. Promesas serias que se cumplían, pies descalzos, penitencias que resuenan… Por las calles de Zamora -y del mundo- aún están sus gotas de cera, calientes como la sangre, hilvanadas en hileras de lágrimas y tristezas. ¡Ay cuándo descubres que la vida no es lo que te esperas!, ¡cuántas penas exudadas van detrás de tu creencia! y, sin embargo… ¡qué bonita es esta tarde!

¿Sabéis por qué? Porque esa tarde es de Vida, porque esta tarde es de vuelta; que aquí estáis todos, incluso los que estáis fuera, que habéis venido de nuevo y se adelanta El Encuentro; y se reparte cariño, que se aprieta en un abrazo, el que se dan los hermanos aunque haya pasado un año y, al que no pudo volver, a ese se le lleva en el recuerdo; por eso, cuando estamos lejos esta tarde, a los zamoranos nos huele a llama de vela e incienso y, no sé cómo, pero escuchamos el Silencio que –ya sabes-, es siempre de color rojo, suave de velludillo y hueco (como los cascos de los caballos blancos que nos impresionaban de pequeños).

La tienes a tus pies. ¡Qué estampa de ciudad! elegante, recia, planchada; porque la hechura de la estameña es como Zamora misma: humilde pero siempre digna; que aquí al Alma de la ciudad no la dejamos ir sucia; ni se quiebra, ni se remienda, aquí con delicadeza se “coge” con alfileres y se sube a los altillos o se guarda en los arcones de madera y luego, cuando llega el día, se tiende y se orea, para que nunca se aje, para que siga sirviendo a los que vengan porque, al final, sabemos que esa, la de la dignidad, será nuestra mayor herencia.

OIDLO:

ESTA NO ES MI PLEGARIA.

ESTA PLEGARIA ES POR TODOS.

VA SOBRE LA INJUSTICIA.

CON LA ESPERANZA DE UN PUEBLO QUE, EN ESTO, NO SE RESIGNA

BAJO LA MIRADA DE UN CRISTO IMPONENTE, QUE ES UNA IMAGEN PERO QUE ESTÁ VIVA.

QUE QUEDE CLARO QUE AQUÍ, EN ZAMORA, SOLO NOS ARRODILLAMOS ESTE DÍA. PERO NO NOS IMPORTA PORQUE LO HACEMOS, CONSCIENTES, ANTE LAS INJURIAS

DEL MUNDO, POR TODOS LOS PADRES QUE SUFREN Y PARA EVOCAR A AQUELLAS PER- SONAS QUE FUERON VÍCTIMAS.

HOY ESTAMOS AQUÍ POR TODOS LOS QUE NO PUEDEN HACERLO: POR LOS MAYORES, POR LOS ENFERMOS;

POR LOS QUE ESTÁN SOLOS, LOS QUE LO PERDIERON TODO, POR AQUELLOS QUE LO ESTÁN PASANDO MAL, POR LOS QUE VENDRÁN Y POR LOS QUE SE NOS FUERON YA.

TRAIGO EL AMOR DE LAS MADRES QUE ALGUNA VEZ VIERON A SUS HIJOS PERDI- DOS, HUMILLADOS O AFLIGIDOS Y CON LA FUERZA QUE DA LA COMPAÑÍA DE LOS HER- MANOS Y HERMANAS DE LA COFRADÍA.

ASÍ, TODO QUEDA EN CASA, COMO LO QUE SOMOS: UNA GRAN FAMILIA.

AL CALOR DE ESTA CIUDAD ETERNA, NUNCA VENCIDA, QUE PARA SIEMPRE SERÁ LA NUESTRA.

PROTÉGELA SEÑOR; que tiene una Pasión de tañido de campana que toca a muerto, a ritmo de latido manso, de badajo machacón y lento, pero que quiere caminar a golpe de Esperanza, la que proclamas, la de la Resurrección, la que está por llegar, que nos da calma y nos ha de guiar hasta el final, para no torcernos, para no fallar.

Te seguiremos en esta tarde de luz, noche de oscuridad y de Silencio; de pedir perdón y de arrepentimiento sincero; de saber de tu Misericordia, del Amor completo que nos das, el grande, el de verdad que es ése que no tiene dudas y está en libertad, que flota en el aire y lo sientes suave pero intenso, igual que el olor a incienso…

¿Sabes?: La pena más grande del alma no es la que sufres por tí, sino por los que más amas.

Por eso, viéndote así, como cualquiera siento, me revuelvo y, ante el calvario de un inocente, con el corazón abierto clamo al cielo: ¿pero qué te han hecho?:

Hijo mío, ¿no me miras?… Estoy aquí, acompañándote en la herida.

No alcanzo a comprender, no sé cómo ni porqué han querido verte así; con los brazos entumecidos por el dolor que brota del costado en carne viva, contemplando la sangre que un día será redención, con las rodillas moradas por la caída y la cabeza envuelta en espinas, reclinada, como mirando de soslayo el camino a la otra vida.

Pero Hijo, ¡no te rindas! que aquí estamos hoy todos contigo. Ya eres uno de los nuestros. ¡Míranos! el pueblo de Zamora es tu familia. En esta Plaza cercada, junto a la Peña Tajada, está hoy… la que podría ser tu hermana, tus abuelos, tus amigos, hasta los hijos y nietos que, los que te hicieron eso, creyeron que no tendrías. ¡Cuánto se equivocaron!, pues hoy somos legión.

Y nosotros te queremos y venimos a arroparte año tras año; así lo hicieron los que ya se nos fueron o los que hoy son ancianos; nuestros padres nos lo inculcaron y nosotros lo transmitiremos a los más pequeños y les diremos: «vete a verle y cuéntale…, dile mirándole a Él la duda que te incomoda, la decisión que tomas; vete a verle, que el de las Injurias te oriente”. Porque aunque pareces la víctima sabemos que no es así, que los vencidos somos nosotros, por el odio, por nuestros actos impropios.

Padre nuestro, tú que ves desde lo alto y nos miras con sosiego y compasión, discúlpanos por confundirnos, por no ayudar al amigo, al hermano, al desconocido de al lado, por no compartir lo conseguido porque nunca sabemos decir: “yo ya tengo demasiado”.

Dios mío, tú qué sabes del dolor, no dejes que la venda tape nuestros ojos sino tu herida abierta, por el amor a tus hijos, a tu pueblo que hoy se postra y guardará un atronador Silencio por las calles de Zamora. No permitas que esta “falta de palabra” de hoy sea alguna vez cómplice de la injusticia, el menosprecio, la violencia, los abusos, el bullying o el maltrato.

Y así, con los brazos desplegados, como las velas de un barco, tú que anduviste en la mar trae la red llena de la Esperanza, la alegría de la buena pesca, de la abundante cosecha y, en esta tierra de meseta parca, arañada por surcos de tierra, ¡ayúdanos a brotar!, a prosperar para que la Vida vuelva.

Jesús, perdónanos: ¡olvídate de tu Cruz!, envuélvenos en la brisa del Amor y, cuando llegue el momento, danos un abrazo eterno, acogedor; mientras tanto haz que se convierta en impulso y fuerte viento el ejemplo de Vida que diste, Señor.

Aquí está nuestro Silencio.

Hijo nuestro, Padre nuestro, nuestro Dios.”

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